Indudable. Si los colombianos estuvieran bien, o más o menos bien; con salarios dignos, buen servicio de salud y si los niños no aguantaran hambre el pueblo estaría tranquilo, trabajando, haciendo patria y de espaldas al “castrochavismo” que se han tomado las marchas, según el gobierno.
Opinión
Por: Omar Gadez
Cierto, muy cierto; hoy el pueblo no estaría en paro porque no tendría motivos; se encontraría produciendo, generando riqueza y, por esa misma vía, propiciando bienestar para todos los colombianos pero en especial para sus familias.
Para nadie es ajeno, y así se viene entendiendo, que la postración en que se encuentran los colombianos es responsabilidad de quienes han manejado los destinos del país en muy buena parte de su historia, particularmente las últimas décadas.
Mal pueden andar responsabilizando a la oposición y a sus contradictores por la miseria y las condiciones degradantes de los nacionales, cuando ellos nunca han tomado decisiones; no han gobernado; entonces, nada o muy poco tienen que ver con las desgracias del pueblo.
Pareciera ser, por el contrario, que para los sucesivos mandatarios la prioridad consistiera en llenar las alforjas de los poderosos grupos económicos (y las propias), en desmedido esfuerzo por saciar su voracidad.
Incluso, esa cierta clase de mitomanía, muy frecuente en ese medio, ya es motivo de frecuentes inspiración de periodistas y comentaristas, quienes no ahorran oportunidad para referirse, sin el menor recato, contra la actitud del actual comensal de la Casa de Nariño.
Por ejemplo, Daniel Samper Ospina, en muy divertida y genial nota difundida a través de las redes sociales, ratifica lo dicho: Las Peores Mentiras de Duque, tituló una de sus piezas con el cual pretende resaltar lo advertido.
Es que hoy los colombianos, y el mundo entero, temen que, en realidad, el verdadero poder, es decir quienes dan las órdenes, se encuentre en manos de los grandes pulpos económicos financiadores de la mayoría de campañas hacia la Presidencia y el Congreso.
Entonces, quienes resulten elegidos no tienen posibilidades diferentes a la de devolverle el favor a sus benefactores, con lo cual se habilita lo que hoy vive el país: decisiones para favorecer eporios financieros y grandes empresarios en contra de la mayoría trabajadora.
No son del todo válidos los argumentos de quienes insisten en descalificar las actuales protestas bajo el argumento de que les están causando “daños irreparables” a las mayorías colombianas.
Se escuchó decir en una cadena nacional de noticias que, a la fecha, el país había perdido algo así como $800 mil millones desde el inicio del paro nacional, por culpa de los bloqueos y la imposibilidad de desplazamiento de los trabajadores.
Cierto; pero ¿y cuánto se ha perdido por en manos de los corruptos? ¿Por cuál razón no se hace el mismo escándalo con el desangre de los dineros aportados por los nacionales vía impuestos? ¿Y con los aportes a la salud y las pensiones?
Precisamente fue el mismo fiscal general, Francisco Barbosa, quien advirtió, palabra más palabra menos, que el saqueo de los dineros de los colombianos podría ascender a ¡$90 billones! Hágame el favor; hasta hace un par de años el robo estaba por el orden de los $60 billones al año.
El más grande escándalo de corrupción es el de Reficar, a cuyos posibles responsables, la procuradora Margarita Cabello Blanco prácticamente acaba de exonerar indicando que “actuaron de buena fe”; mejor dicho, que fueron engañados.
Nada raro que, entonces y con ese argumento, sean los colombianos quienes entren a indemnizar a los “injustamente acusados” del más escandaloso expediente de corrupción; lo cierto es que por ese caso se perdieron ¡$25 billones!
Esa suma es mayor, incluso, a lo que el flamante presidente Iván Duque pretende recaudar con la, hasta hoy, frustrada Reforma Tributaria.
Y como ya lo advirtieron algunos comentarista, a muchos colombianos de a pie los han metido a la cárcel por robarse una pastilla de caldo maggi, mientras los de Reficar siguen tranquilos.
La lista de hechos de corrupción es larga: Saludcoop, Foncolpuertos, Dragacol, Agro Ingreso Seguro, Cajanal, Caprecom, Colpensiones y Chambacú por solo citar algunos.
También los Bonos de Agua más conocidos como “Bonos “Carraquilla”; el Carrusel de la Contratación de Bogotá (los Nule y los hermanos Moreno), Odebrecht, Chambacú y otros muchos en interminable lista.
Desde luego que en las protestas hay infiltrados; infiltrados de todo lado. Se tienen indicios que existen de la guerrilla, los paras, la delincuencia común y otros pelambres interesados en aprovechar el desorden.
Los hay de la Policía y de diferentes fuerzas del Estado, algunos interesados en desarrollar inteligencia para detectar vándalos; también pueden existir quienes buscan promover el desorden para justificar el uso de la fuerza que termina convirtiendo todo en un desastre y violación de los derechos humanos.
En resumen, quienes se encuentran en la “primera línea” de la protesta son jóvenes quienes, desde su nacimiento, le han visto, todos los días, la cara al hambre y la miseria; desde que se levantan hasta cuando regresan a dormir.
Son ello a quienes nadie ha querido escuchar; a quienes han insultado pidiéndoles que “estudien vagos”; son quienes no tienen oportunidad diferente a la de compartir con la gallada sus desgracias; son muchachos quienes hoy literalmente tienen acorralado el Gobierno.
Para finalizar, cobra fuerza la propuesta para revisar la composición del Congreso; de mediar el desempeño de cada uno de los parlamentarios con la idea de vetarlos y solo darles nuevo apoyo a quienes han actuado en beneficio del pueblo.
A propósito; advierten que en Cundinamarca ya hay un parlamentario que reclama el reclama el voto de los jóvenes; comenzó a mostrarse como “la voz de los jóvenes” en el Congreso. ¡Háganme el favor! ¿Será que le comen cuento?
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