En una vivienda del céntrico barrio Santa Fe en Bogotá, se reveló una escena que perturbó la tranquila cotidianidad de sus habitantes, el descubrimiento de Carlos Mario Molina, funcionario de la Procuraduría 21 judicial II para la conciliación administrativa con sede en Florencia, Caquetá. El hallazgo, perpetrado en un apartamento de la localidad, ha suscitado una profunda conmoción debido a las evidencias de una muerte que se insinúa violenta.
A pesar de la calma habitual que caracteriza al sector de San Martín, fue un giro dramático en la jornada del 22 de enero cuando los vecinos del área, inquietos por lo que parecía ser una situación anormal, alertaron a las autoridades. Los oficiales de la Policía Metropolitana de Bogotá, respondiendo al llamado, se enfrentaron a un escenario sombrío: el letrado y procurador judicial yacía inerte, presuntamente marcado por el inconfundible sello de la violencia.
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El equipo de la Sijin de la Policía, asignado a este infausto caso, se halla en la primera línea de la investigación, buscando descifrar el enigma de los últimos momentos de Molina. Los detalles aún son escasos; las preguntas que rodean la causa de su muerte permanecen sin respuesta, aumentando la tensión y la expectativa entre los ciudadanos y la comunidad jurídica.
La cronología de los hechos se remonta a la detección del cuerpo por las autoridades cerca del mediodía, pero los eventos previos todavía están cubiertos por un velo de misterio. Lo que se sabe con certeza es que la muerte de Molina, quien llevaba a cabo una labor esencial en el ámbito de la conciliación administrativa, ha generado una atmósfera de luto y consternación.
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