Luces y sombras. La realidad de un drama sanitario que por igual nos amenaza a todos; y, paradójicamente, también refleja nuestra desigualdad social
Opinión
Por: Octavio Quintero
REDGES
El Satélite
Entre el 30 de mayo y este, 10 de julio, la infección covid-19 en Colombia se ha desbocado al pasar de 28.236 a 140.776 casos confirmados (5 veces más).
Independientemente de las alarmas encendidas (con razón) en las principales ciudades, los departamentos más golpeados son:
Nariño, libre de contagios, hoy presenta un saldo de 4.418 infectados confirmados. Arauca, de un caso pasa 141; Sucre de 19 a 2.376; Santander de 58 a 1.246, la Guajira de 58 a 845 y Córdoba de 121 a 1.509.
La pregunta sería: ¿Cómo están sus sistemas sanitarios y de qué recursos económicos disponen los gobiernos regionales para enfrentar sus propios casos ya salidos de madre? Estamos hablando de gente con el mismo valor humano que cualquier otro colombiano.
Más notorios
Las cifras relativas muestran dramas humanos muy agudos que van siendo iluminados por los reflectores mediáticos cuando la catástrofe galopa al caos.
Son los casos, por ejemplo, de Chocó, con un crecimiento del 971%; Atlántico (Barranquilla), 865%; Antioquia (Medellín), 799% y Cesar, 682%.
Emblemáticos
Los habitantes de Bogotá, encerrados en su propio drama, miran su caso como el más dramático de todos. Lo mismo en las otras capitales que cuentan con bien desarrollados medios de información local y regional.
Todos tienen razón. Pero, clasificados en orden porcentual descendente, estos son los 5 casos de expansión de la pandemia, de media tabla hacia abajo: Tolima, 575%; Cundinamarca, 492%; Bogotá, 468%; Magdalena, 447% y Valle, 415%.
El rey
Vichada tiene hace rato un solo caso. Raro, las estadísticas no pasan de ahí. Hace mes y medio ese paciente ni se alivia ni se muere (con perdón, pero había que decirlo así).
Conclusión
La información presente no tiene rigor científico. Solo valor estadístico. Y, somos conscientes de que, numéricamente, llame más la atención los muertos en Bogotá que los del Chocó, aunque proporcional a la población infectada sea más crítico el segundo que el primero.
El Gobierno Nacional no puede soslayar casos puntuales de poblaciones, como las indígenas, abandonadas a su propia suerte; o campesinas y rurales que no cuentan, siquiera, con un puesto de salud. Allá hay seres humanos.
Y también los cobijan los derechos fundamentales. En esta azarosa época, el Estado tiene que mirar y prestar ayuda hasta el último rincón del país.