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UdeC, Samuel Ortegón Amaya

por: Omar Gamboa

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  Fue su gran obsesión. De un simple instituto (ITUC) hace 25 años pasó a ser el centro de formación profesional de la juventud cundinamarquesa.  El reconocimiento a Samuel Ortegón tiene que ser auténtico.   Especiales Por: Bernabé Gámez Hernández. Nuestros abuelos en épocas de tertulias decían: “todos los muertos son buenos”. Esta expresión está lejos de mostrar lo que era en vida Ortegón Amaya y particularmente, cuando desde el Congreso era protagonista de encendidos debates sobre la educación, el sistema pensional y la seguridad social para muchos colombianos. Entonces, fuimos testigos de la gestión que adelantó durante varios años para permitir la conversión de Instituto a Universidad de Cundinamarca. Para ello utilizó sus amistades políticas, sus propios recursos de gestión hasta lograr ante el Ministerio de Educación Nacional y el Icfes, la transformación que anhelaba de tiempo atrás la juventud colombiana. Cada paso que daba durante este difícil proceso, lo comentaba a sus amigos en momentos de tertulia sobre diversos temas de la vida de nuestra ciudad y del país. Llegó a convertirse esta iniciativa en una gran obsesión de Samuel y en un día laboral llamó al periodista Bernabé Gámez Hernández para informarle con una emoción desbordante que era poseedor de la Resolución por medio de la cual el Gobierno de entonces formaba tan honrosa distinción Lo que buscaba Samuel se convirtió en una auténtica realidad. Un sábado en un programa de opinión lo entrevisté durante dos horas para que le explicara a sus conciudadanos el momento y la cuantía de tan valiosa noticia. Se sintió feliz, era una realización profesional, era un anhelo y la esperanza de millares de jóvenes cundinamarqueses. Por tantas razones proponemos que la sede principal de la Universidad de Cundinamarca en Fusagasugá se denomine SAMUEL ORTEGÓN AMAYA. Los grandes matemáticos decía: después del uno sigue el dos y correlativamente el tres, el cuatro el cinco  y todos los números de las matemáticas. Entonces sencillo quien la luchó, quien la buscó y quien la llevó hasta nuestros días fue Samuelito y por encima de cualquier circunstancia política partidista está el nombre del forjador de tan excelente iniciativa en beneficio no solo de nuestros hermanos fusagasugueños sino de la juventud colombiana. Los debates sociales. Con Luis Carlos Galán y con Álvaro Uribe Vélez, Samuel Ortegón vivió momentos de gloria, de infinita grandeza; “ni un paso atrás, siempre Adelante” la proclama de Galán que asimilaba Samuelito en intervenciones públicas y en recintos cerrados. Cuando parodiaba a su jefe Galán se transformaba y seguro que llegaba al éxtasis en la política. En sus discursos emocionantes hacía tambalear el sentimiento de quienes lo escuchaban y un gran escenario fue la piscina olímpica de Fusagasugá. Allí compartió micrófono con Galán y Uribe en ocasiones diversas, pero con el mismo sentimiento para defender a los pobres, a la tercera edad y a millares de conciudadanos. Fue amigo, apreciado y respetado por Galán y hombre de confianza del jefe del Nuevo Liberalismo; disfrutaba y vivía emociones diversas en todas las campañas. Era visionario de todas iniciativas encaminadas a mejorar la vida de la mujer y los hombres de la tercera edad. Samuelito me llamaba para que hiciéramos tertulia y en ocasiones calentábamos el ambiente así fuse familiar. Hacíamos debates y casi siempre sacábamos conclusiones sobre asuntos de interés social. En las cabañas de los Sauces, su vereda que tanto amó, fueron testigos de grandes reuniones, con filosofía y profundo conocimiento sobre los asuntos de nuestra ciudad, Cundinamarca y el país. Un día me le abrí a sus decisiones políticas. Me invitó a que respaldáramos la campaña de Andrés Pastrana Arango y esa invitación se la contesté con un rotundo no, a pesar de mi gran admiración  respeto por el viejo Samuel. El deporte Cuando Lucho Herrera pulverizaba con su potencia los Alpes y Pirineos franceses, Samuel también se transformaba. Fueron grandes amigos, muy buenos amigos; entiendo que Samuel le obsequió en los comienzos de la vida deportivo de Lucho, una bicicleta. El ciclista fusagasugueño respetó a Samuel y un día nos encontramos después de  resonante triunfo de la Vuelta a España para que en campeón le presentara unas peticiones al presidente de la época, Virgilio Barco Vargas. Eran momentos de marcada emoción que desbordaba el sentimiento humano y pudimos alcanzar mayores logros cuando departíamos y vivíamos los instantes más emotivos del ser humano. Como amigo de Samuel me queda una gran satisfacción. Aprendí mucho de política y además a hacer cosas grandes por nuestra sociedad como el Sena y el Seguro Social. Samuelito, además de la Universidad, permitió la construcción de escuelitas y colegios en muchos municipios del departamento de Cundinamarca. Y se fue mi amigo con una gran nostalgia: haber sido alcalde de su Tierra Grata a la que tanto amó. *Encuentre y reciba más información de Cundinamarca uniéndose al fan page:  https://goo.gl/13uuPz *Espacio publicitario