El reciente anuncio sobre la inminente reunión entre el presidente Gustavo Petro y el mandatario chino Xi Jinping ha reavivado el debate en torno a la posibilidad de que Colombia se adhiera a la iniciativa de la Ruta de la Seda, proyecto emblemático de China. Este encuentro, enmarcado en el segundo viaje oficial de Petro a Pekín, se perfila como un hito importante en la relación bilateral, en donde se pone de relieve la intención de ambos países de fortalecer los lazos diplomáticos y comerciales. Durante la reunión, se espera que los jefes de Estado dialoguen de manera directa sobre el futuro de la cooperación, incluyendo el potencial ingreso de Colombia a un acuerdo que ha sido objeto de análisis y discusión tanto a nivel interno como internacional. La cita se lleva a cabo en un contexto donde los protocolos de seguridad son estrictos y el ambiente primaveral de la capital asiática destaca la solemnidad del evento. Asimismo, el encuentro se desarrolla en un momento en el que la creciente competitividad entre potencias, especialmente entre Estados Unidos y China, hace que cualquier avance en las relaciones bilaterales tenga implicaciones estratégicas amplias.
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En la ciudad de Pekín, que se prepara para acoger a varios presidentes latinoamericanos a partir del 14 de mayo, se destaca la relevancia de la doble investidura del mandatario colombiano, quien asume el rol de jefe de Estado y presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Este detalle ha generado expectativas respecto a la posible definición de posiciones acerca de la adhesión a la Ruta de la Seda, que durante la última década fue motivo de cautela para Colombia. La invitación al Foro China-Celac en la capital china no solo subraya la intención de establecer un diálogo abierto, sino que también posiciona a Colombia en un escenario donde la cooperación y la rivalidad geopolítica conviven de manera compleja. En este contexto, varios actores han expresado tanto optimismo por la renovación de vínculos con China como inquietudes ante la posible repercusión de adoptar políticas que tradicionalmente han estado bajo el influjo de Estados Unidos, lo que sugiere que la posición colombiana deberá articular intereses económicos, políticos y de seguridad en un solo discurso.
Diversos elementos han contribuido a que Colombia se encuentre en una encrucijada respecto a integrarse a la iniciativa china, especialmente después de varios movimientos en la política internacional. Para comprender mejor la situación, resulta útil destacar algunos datos relevantes:
• Desde el año 2023, el Gobierno colombiano ha mostrado interés en la adhesión a la Ruta de la Seda sin tomar una decisión definitiva, lo cual ha generado debates en diferentes sectores.
• El cambio en las relaciones con Estados Unidos, evidenciado por posturas cada vez más asertivas en contra de la influencia china, ha actuado como un catalizador en las discusiones internas.
• La nueva orientación de la política exterior de Colombia, que busca diversificar sus alianzas y fortalecer lazos con socios no tradicionales, ha acelerado el proceso para revisar la viabilidad del acuerdo.
Estos puntos, junto con el interés de China por ampliar sus relaciones en América Latina, configuran el escenario en el que se desarrolla el actual debate diplomático, en el que cada decisión encierra múltiples dimensiones de impacto.
El camino hacia la posible adhesión a la Ruta de la Seda ha sido marcado por diversos hitos, entre ellos la convocatoria de una sesión extraordinaria por parte de la canciller Laura Sarabia el pasado 8 de mayo ante la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores. En esta sesión se pretendió poner en discusión y dar a conocer el memorando de entendimiento que formalizaría el ingreso de Colombia a la megainiciativa china. La propuesta surge en un contexto donde la estrategia de diversificación de relaciones internacionales se torna fundamental, pues permite evaluar alternativas que trascienden la tradicional dependencia de Estados Unidos. De igual forma, la citación realizada desde el Ministerio de Relaciones Exteriores ha incentivado un abanico de opiniones entre diversos sectores, destacándose las siguientes consideraciones:
• Algunos sectores empresariales ven con optimismo las oportunidades comerciales que podrían derivarse del acuerdo, especialmente en un momento en que los mercados globales presentan mayor volatilidad.
• Otros sectores, en particular vinculados a la industria, manifiestan inquietudes sobre la repercusión que esta decisión pueda tener en las relaciones con aliados históricos y en la estabilidad de las exportaciones.
• La postura del Gobierno de Petro, descrita en pronunciamientos públicos, enfatiza la necesidad de manifestar una intención firme en las negociaciones, aunque también se ha señalado la delegación de competencias en el manejo directo de la diplomacia hacia el mandatario.
Estos elementos evidencian la complejidad del proceso y la multiplicidad de perspectivas que se han abierto ante la posibilidad de un acuerdo histórico.

Dentro de la dinámica interna del poder, la discusión sobre la adhesión a la Ruta de la Seda ha generado tensiones y debates entre altos funcionarios del Ejecutivo. Un ejemplo claro se dio cuando el presidente Petro, en un discurso enfático, indicó que la conducción de las relaciones diplomáticas recaería en su persona, dejando claro que su intención es dialogar “tú a tú” con Xi Jinping. Dicho planteamiento, que simboliza una postura de confrontación en ciertos términos, evidencia las diferencias que pueden existir entre el Presidente y otros actores relevantes, como la canciller Sarabia. Esta situación pone de relieve las siguientes perspectivas:
• La determinación de Petro de llevar el diálogo de manera directa podría interpretarse como un intento de fortalecer una imagen presidencial de liderazgo en el ámbito internacional, sin depender excesivamente de las diplomacias tradicionales.
• Las críticas y cuestionamientos de sectores empresariales, entre ellos la prensa especializada y representantes de la industria, se centran en el equilibrio necesario para no desequilibrar las relaciones comerciales con otros aliados estratégicos.
• La conversación con el líder chino se plantea como un espacio de negociación en el que se deben articular múltiples intereses, sin que de ello se desprendan conclusiones prematuras sobre la conveniencia absoluta del acuerdo para Colombia.
El intercambio de declaraciones y la difusión de pronunciamientos sobre estos temas refuerzan la imagen de una coyuntura en la que lo diplomático, lo económico y lo estratégico se interconectan de manera inextricable.
La iniciativa de la Ruta de la Seda, impulsada por Xi Jinping desde 2013, ha sido una herramienta central en la política exterior de China, orientada a consolidar relaciones de cooperación en ámbitos políticos, económicos y culturales alrededor del mundo. Esta megainiciativa se organiza en torno a cinco ejes fundamentales:
• Coordinación de políticas de cooperación que faciliten el diálogo y la articulación de estrategias comunes.
• Garantía de un comercio fluido, libre de trabas normativas y arancelarias, que permita el intercambio de bienes sin obstáculos.
• Fortalecimiento de la integración financiera, que fomente el flujo de capitales y la inversión directa en proyectos infraestructurales.
• Mejora de la conectividad de personas, mediante programas que impulsen el intercambio cultural y educacional.
• Potenciación de la infraestructura física, con proyectos de gran envergadura destinados a facilitar el tránsito y la logística comercial.
Estos aspectos se han materializado en inversiones directas y acuerdos de cooperación que involucran a cientos de documentos y a la participación de más de 150 países y 32 organizaciones internacionales. El desarrollo de estos ejes no solo redefine la arquitectura de las relaciones comerciales globales, sino que también posiciona a la megainiciativa como una de las estrategias más ambiciosas en el ámbito del comercio internacional en el siglo XXI.
Proyectos emblemáticos, que ejemplifican la magnitud y el alcance de la Ruta de la Seda, se pueden identificar en distintos países latinoamericanos. El caso del puerto de Chancay en Perú es uno de los más significativos, ya que la inversión de la empresa china Cosco Shipping Ports ha permitido que se inicie la primera fase de lo que se espera sea el puerto más grande de Sudamérica. Entre los aspectos más observados en este tipo de proyectos destacan:
• La inversión millonaria y constante que se dirige a fortalecer la infraestructura logística, elemento clave para el manejo de mercancías a gran escala.
• La orientación de los proyectos hacia la autosuficiencia económica, apostando a que las inversiones generen un impacto positivo en el desarrollo industrial de los países involucrados.
• La estrategia de evitar dependencias de corredores logísticos tradicionalmente controlados por potencias como Estados Unidos, lo que plantea una reconfiguración de los equilibrios geopolíticos en la región.
Además, El Salvador se ha sumado a esta dinámica en el marco de políticas de modernización y posicionamiento estratégico, al invertir en infraestructura como la Biblioteca Nacional y el Estadio Nacional, y con la propuesta de construir un puerto con salida directa al Océano Pacífico. Estos proyectos evidencian que la adhesión a la Ruta de la Seda implica compromisos que trascienden los aspectos comerciales, integrándose a una estrategia de largo plazo basada en inversiones y relaciones diplomáticas específicas.
En el ámbito comercial, las relaciones entre Colombia y China han ido consolidándose a lo largo de los últimos años, dando lugar a un intercambio comercial que se configura como relevante para ambas economías. Es importante destacar que de los 33 países integrantes de América Latina y el Caribe, los que tienen mayores vínculos comerciales con China son seis: México, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Colombia. Algunos datos importantes son los siguientes:
• El 86 por ciento del comercio de China con la región se concentra en estos países, lo que evidencia su importancia estratégica en el intercambio de bienes.
• Durante el año 2024, Colombia importó productos chinos por un valor de 15.936 millones de dólares, representando el 24,9 por ciento del total de sus importaciones.
• Del mismo modo, el país sudamericano exportó a China bienes por un valor de 2.377 millones de dólares, cifra que equivale al 4,8 por ciento del total de sus exportaciones.
• La inversión extranjera directa proveniente de China en Colombia alcanzó la suma de 150 millones de dólares, y actualmente se observan cerca de un centenar de empresas chinas operando en el país.
Estos indicadores revelan que la relación comercial se ha vorificado a través de un crecimiento sostenido y demuestran que, a pesar de las diferencias en el ámbito político, ambos países encuentran en el intercambio económico una base importante para futuras negociaciones.
El proceso de acercamiento para integrar a Colombia a la Ruta de la Seda no es un fenómeno abrupto, sino que se inscribe en una serie de gestiones y diálogos que se remontan a administraciones anteriores. En octubre del año pasado, el entonces canciller Luis Gilberto Murillo efectuó un viaje a China con el propósito de poner sobre la mesa la intención de participación en la megainiciativa. Posteriormente, otro exministro de Comercio, Luis Carlos Reyes, reiteró en diversas entrevistas la posibilidad de formalizar el memorando de entendimiento en 2025. En declaraciones provenientes de diferentes foros, Reyes destacó la importancia que tiene para la nación explorar nuevas formas de cooperación internacional, puntualizando que:
• La integración a la Ruta de la Seda podría ofrecer a Colombia un mecanismo alternativo para diversificar sus socios comerciales y redes diplomáticas.
• Las negociaciones continúan en un nivel preliminar en el que se están analizando minuciosamente los beneficios y los compromisos asociados a la adhesión.
• La decisión final sobre el acuerdo se vislumbra como un proceso que será retomado por las futuras administraciones, en función de la evolución de las relaciones internacionales y las dinámicas internas del país.
Estas gestiones reflejan un camino en el que convergen la intención de modernizar las relaciones exteriores y la necesidad de preservar la estabilidad en los intercambio comerciales existentes.
La coyuntura actual se caracteriza por una tendencia en la que los países latinoamericanos, pese a contar con relaciones históricas con Estados Unidos, están explorando nuevas alianzas que les permitan diversificar sus estrategias económicas y geopolíticas. El acercamiento a la Ruta de la Seda se enmarca dentro de esa tendencia, en la que se busca aprovechar la oportunidad de establecer un vínculo que combine inversión, infraestructura y nuevas vías de cooperación. En este sentido, se observan varios aspectos relevantes:
• La estrategia de diversificación de relaciones, que permite a las naciones ampliar su campo de acción en el escenario internacional.
• La voluntad de ciertos gobiernos de asumir riesgos calculados en aras de obtener mayores beneficios económicos a mediano y largo plazo.
• La realización de reuniones y foros internacionales, como el de China-Celac, que facilitan el intercambio de ideas y la discusión de modelos de cooperación alternativos.
Sin emitir juicios de valor, es factible señalar que la decisión de adherirse a la mega iniciativa representa un punto de inflexión en la política exterior de Colombia y constituye un reflejo de la compleja negociación que tiene lugar en el entramado de relaciones internacionales actuales. La evolución de estas conversaciones será objeto de seguimiento constante por parte de actores internos y externos.
Cada uno de estos movimientos y declaraciones revela la intención de ambos gobiernos de establecer una relación que se fundamenta en el beneficio mutuo en términos comerciales y diplomáticos, sin que ello implique la descalificación de otros vínculos tradicionales.
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