Eran los grandes proveedores de las bandas distribuidoras de sicotrópicos al menudeo. La Policía los persiguió a lo largo de los últimos seis meses, hasta cuando logró encontrar las pruebas suficientes para ponerlos tras las rejas.
Se supo que los investigadores acudieron a toda su astucia para conocer en detalle los sistemas de comercialización, estructura de la organización criminal, lugares de bodegaje y otros detalles fundamentales en la actividad delictiva.
“La Seccional de fiscalías de Cundinamarca, mediante labores investigativas realizadas durante los últimos 6 meses, desvertebró una organización al margen de la ley dedicada a la venta mayorista de estupefacientes en Chía, Zipaquirá y Cota, (Cundinamarca), que tenía ingresos diarios entre 2 y 3 millones de pesos”, subraya comunicación oficial.
El principal trabajo lo adelantó un experto agente encubierto quien infiltró la organización, asunto que resultó vital a la hora de desmantelar la banda conocida en el bajo mundo como “Los Aníbales”.
También realizaron interceptaciones telefónicas, consultaron fuentes humanas y efectuaron importante número de seguimientos, asunto que les permitió a la Policía y Fiscalía documentar el llamado “acervo probatorio”.
Lo anterior permitió que la justicia dictara medida de aseguramiento a 11 indiciados, entre ellos cuatro mujeres aparentemente comprometidas en la irregularidad; ellas quedaron con casa por cárcel teniendo en cuenta que son cabeza de hogar.
Se encuentran acusados de “concierto para delinquir con circunstancias de agravación punitiva, tráfico, fabricación o porte de estupefacientes y destinación ilícita de muebles e inmuebles”.