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¿Cuatro meses para evaluar si se levantan los diálogos de La Habana?

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Por: Alejandro

En la gran mayoría de ocasiones durante el inicio y desarrollo de las negociaciones de La Habana con las Farc, el presidente Santos ha resultado con coletazos, salidas coyunturales con las cuales ha  tratado de mantener a toda costa la supervivencia de esta mesa de diálogos.

 

Opinión:

Por Armando Ramírez Olarte

Ahora, una decisión de la cual no sabemos si saldrá bien librado, consiste en un término de cuatro meses para evaluar si continúa o no con la mesa de negociación, ha tomado el primer mandatario nacional tras conocer la declaratoria de un nuevo cese unilateral al fuego por parte del grupo insurgente, la que nos pone de frente a lo que serán los próximos comicios de octubre 25 para gobernaciones y alcaldías del país, en la cuales, sin lugar a dudas, existe un gran interés del señor presidente por las resultas regionales y locales.

Y es que no podemos llamarnos a engaños; porque si se habla del postconflicto y de que el Gobierno Nacional debe acomodarse social y económicamente a una consecuencia política de los acuerdos que se generen en Cuba, es precisamente cómo se ha de desarrollar este aspecto sin más tropiezo que los que genere la paquidermia de la administración, en los territorios de nuestro suelo patrio y para ello, el mandatario debe contar con electos que sean de su afecto por este proceso.

Pero no puede olvidar el presidente Santos que cuando muestra sus cartas no lo hace para un solo jugador, es decir, para las farc, pues muy a pesar de que en La Habana no están, sabe muy bien que tiene tres más, que son el procurador, el expresidente Uribe y el pueblo colombiano, que expectantes y atentos esperan por los pormenores, resultados y avances de los diálogos y quienes igualmente tienen intereses en relación con lo que pase en esa mesa. 

De allí que volviendo con la decisión presidencial, se nos antoja electorera y apresurada, pero sobre todo peligrosa no solo para su investidura, sino además para el proceso mismo; también por la hecatombe que podría significar su derrota política en las urnas de las principales ciudades y departamentos de no lograr convencer al pueblo colombiano de lo acertado de su decisión, lo que podría generar más generosidad para los intereses del grupo armado que sabe jugar a su estilo en la mesa; algo a lo que muchos quizá no están muy dispuestos; de donde se generaría una mayor polarización en el país. 

En igual sentido, es necesario tener en cuenta que existe la alta posibilidad de que los mandatarios electos en las principales ciudades y gobernaciones sean del partido político del expresidente Uribe y, por lo tanto, no afectos a las políticas del presidente Santos; lo que sería un traspiés para el proceso y a los intereses del mandatario actual, lo que pondría los diálogos y más que nada el aterrizaje territorial del postconflicto en calzas prietas.

Que se debe seguir buscando formas para continuar con los diálogos, sí; que se les debe poner término mínimo, no; tampoco dejarlo tan abierto como para que los tiempos muy largos hagan pensar en lo irrealizable de la idea de lograr un acuerdo definitivo el cual debe contar con el visto bueno de colombianos para que sobreviva; pero en todo caso, ninguna salida en falso, no sea que generen un entorno mayor de desconfianza colectiva, que en nada le sirve al proceso.

 

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