Me encuentro postrada en una unidad de cuidados intensivos; los especialistas que estudian mi caso han emitido un diagnóstico muy desalentador después de realizar los análisis respectivos: el virus que está atacando al organismo es muy destructivo porque ataca todos los órganos al mismo tiempo y se ha vuelto muy resistente.
Opinión
Por: Fusunga
Los principales síntomas son la insuficiencia respiratoria, la elevación de la temperatura a grados difíciles de controlar, la inhibición de los sentidos del gusto y el olfato entre otros. Las ganas de vivir son cada vez menores, pareciera que me encontrara en las últimas y que el final fuera inminente.
Los anticuerpos que existen en mi organismo y que son los encargados de mantener el equilibrio natural, son atacados indiscriminadamente por el virus de diferentes formas, a unos les acaba su esencia vital inhabilitándolos completamente, otros son contaminados con las sustancias tóxicas que supura, o simplemente los consume para su supervivencia. Es decir los va agotando o destruyendo lentamente en una agonía sin fin.
Soy la Tierra, el planeta que alberga la vida, reúno todas las condiciones para que exista la armonía natural entre todos los seres vivos, proporciono alimentación y abrigo a todas las especies vivas, Sin embargo el virus que me ataca es precisamente el ser humano, un ente que se autoproclama equivocadamente como superior en la escala de la evolución.
Este virus se caracteriza por altos niveles de violencia y destrucción. A pesar de considerarse un ser racional, no es consecuente con sus acciones, pues en su afán desmedido de poderío y grandeza aparente, va acabando con los recursos que le aseguran su permanencia en el planeta.
Mi propio organismo, tratando de protegerse a creado un antivirus denominado Covid-19 que debe actuar como supresor del virus, para disminuir la población humana a niveles aceptables de convivencia.
Pero como ya lo manifestaron los especialistas; este virus está aprendiendo a defenderse, usa tapabocas, guantes, trajes antifluidos y mantiene un aislamiento social que reduce los efectos de lo que ellos llaman la pandemia.
Los resultados hasta ahora han sido muy pocos, de la cantidad de humanos infectados solo un promedio de 3.5% ha muerto y al parecer ya están encontrando los medicamentos que les garantizará su supervivencia, muy seguramente esta batalla la gane parcialmente el ser humano.
Sin embargo hay un dicho popular que dice que “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, nací hace aproximadamente 4.500 millones de años y se espera que alcance la edad de 9.500 millones de años antes del colapso final, el virus que me ataca tiene una irrisoria expectativa de vida de 80 años y como individuos aparecieron hace aproximadamente diez mil años.
Aparecerán en un futuro cercano, otros agentes destructores creados por el mismo ser humano, o los recursos existentes que sustentan su vida se agotarán, hasta que finalmente desaparecerán sin haber logrado el fin último de su existencia, que es la preservación de la especie y el aporte de crecimiento a su forma de vida, es decir, tal vez pase su existencia desapercibido, sin haber dejado huella en el universo.
Mientras tanto, esperaré el día de su extinción para que los especialistas efectúen nuevos análisis y nuevos diagnósticos y se pueda dictaminar si salgo de esta sala de cuidados intensivos recuperada, o tengo que permanecer inánime en estado vegetativo.