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Doblando doliente página

por: Omar Gamboa

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Así no se llora un muerto. Pueden matar gente cualquier día del año, menos un 24 de diciembre, según Sánchez Cristo y Holmes Trujillo   Opinión Por: Octavio Quintero Grupo GES No creo que en esta navidad 2019 hubiera mucho por qué celebrar: sin embargo, la exclamación, ¡feliz navidad!, debió haber resonado en millones de hogares que tradicionalmente celebran la noche buena’. Este año que se está yendo deja mucho dolor de violencia en muchos hogares de líderes sociales; de campesinos desplazados; de indígenas ignorados; de exguerrilleros reinsertados; de migrantes, de manifestantes pacíficos y de simples transeúntes cuya única culpa fue pasar por el lugar equivocado a la hora señalada. ¿Cuántos son? Tal vez no sea lo más importante saber si son decenas, centenas o miles: una sola vida arrancada de entraña a alguien que lleva por delante sus sueños, esperanzas e ilusiones, es una tragedia humana. Nunca --dice John Donne-- se debe preguntar “por quién doblan las campanas”, porque, si nadie es uno solo, ni en sí mismo; si todos somos eslabones de una especie que llamamos humana, arrancar de cuajo un solo eslabón, reciente la cadena. El país está de luto, un luto extendido, inclusive, en plena navidad; un luto celebrado –sí, celebrado, he escrito—por personajes descollantes en funciones sociales como son los ministerios y el periodismo. No tiene nombre, por más que se le eche cabeza, no cabe en nadie comentar con risas y sarcasmos, al aire, en un programa radial que goza de buena sintonía, que el Ministro de Defensa no pudiera disfrutar a sus anchas de la feria de Cali porque se le atravesó, precisamente un 24 de diciembre, el crimen de la pareja de recién casados, cerca a Santa Marta, que iban de luna de miel. Protagonistas: Carlos Holmes Trujillo, en el papel de ministro de Defensa; Julio Sánchez Cristo, en el papel de director de la W; y, Alberto Casas Santamaría, en el papel de consueta. Déjenmele agregarle desde esta columna: ¡Qué mala suerte, ministro! El país está de luto, y no asociarse a ese luto, así sea de labios para afuera, es celebrar en la indiferencia, el dolor humano; no ajeno, como nos venían enseñando. El propio Presidente de la República, sin asomo de la más mínima preocupación por el recrudecimiento de la violencia en su gobierno, nos anunció la víspera de navidad que empacaba maletas para ir a ‘celebrar’ la noche buena en Cartagena. Ni una palabra de condolencia a los hogares que, seguramente, los cogía esta navidad en la noche más amarga de su vida. Así no se llora un muerto… *Imagen tomada de Pulzo.com