*Turismo Rural cobra fuerza en el Sumapaz, Cundinamarca. Los recorridos por los campos pasaron a ser una de las actividades más solicitadas por los visitantes del país e, incluso, los extranjeros.
Esta clase de actividades empezó a mostrarse como una de las propuestas de creciente demanda en el centro del país, aspecto que llevó a los empresarios a revisar las ofertas a los excursionistas.
Las nuevas tendencias dentro de los viajeros llevaron al sector turístico a diseñar planes especiales que, por lo observado hasta ahora, viene alcanzado altos niveles de demanda.
Según lo observador a la fecha, los beneficios van mucho más allá de la satisfacción de los usuarios. Los campesinos son receptores de buena parte de los rendimientos económicos, además de los nuevos conceptos que de ellos vienen asumiendo los “citadinos”.
Turismo rural en el Sumapaz

Sobre el fenómeno se supo a través de contenidos especiales, “La Voz de la Ciudadanía”, dispuestos por la Sociedad de Mejorar Públicas de Fusagasuga. Precisamente, Manuel Enrique Portilla, ejecutivo de la firma Servicios de Turismo E. U., suministró aspectos generales de la novedosa tendencia turística.
“… hemos venido haciendo un trabajo de integración y articulación con nuestros campesinos en los diferentes circuitos, donde (…) operamos”, indicó. Luego, entró a resaltar factores positivos: “… resulta que los verdaderos protagonistas de nuestro recorrido deseamos que sean siempre nuestros campesinos”, subrayó.
“… cuando nos preparan el sancocho; cuando nos preparan ese almuerzo campesino, el refrigerio, mostrándonos lo que cultivan en su tierra. (De) eso se trata el turismo rural, el turismo de naturaleza, conocer la idiosincrasia, rastrear su gastronomía, su modo de vida, viendo esa Colombia mágica que tenemos acá en nuestro territorio”.
El Turismo Rural en Colombia comenzó a observarse como una alternativa sostenible, auténtica y “profundamente enriquecedora”, tanto para los visitantes como para las comunidades que lo acogen.
Precisamente, en el centro de esta tendencia se encuentran los campesinos. Son ellos quienes abren las puertas de sus fincas, cocinas, saberes y tradiciones; ofrecen una experiencia que va más allá del descanso o el paisaje: se trata de conectar con el alma del país, con su gente, su tierra y su cultura ancestral.
Esta es la mirada que, sobre el particular, tiene la agencia Servicios del Turismo EU, con presencia en diversas regiones del país, especialmente en Cundinamarca. Desde allí se ha impulsado un modelo de articulación con las comunidades rurales.
“Los verdaderos protagonistas de nuestro recorrido deseamos que sean siempre nuestros campesinos, cuando nos preparan el sancocho, ese almuerzo campesino, el refrigerio. Cuando nos muestran con orgullo lo que cultivan en su tierra. De eso se trata el turismo rural, de conocer la idiosincrasia, de rastrear su gastronomía, su modo de vida; de ver esa Colombia mágica que tenemos acá en nuestro territorio”, explica Manuel Enrique Portilla.
Este enfoque ha ganado cada vez más terreno, especialmente entre los viajeros nacionales y extranjeros que buscan experiencias genuinas, lejos del bullicio de las grandes ciudades y los destinos saturados.
Lo que ofrece el turismo rural es una inmersión directa en la vida cotidiana del campo colombiano: sembrar y cosechar junto a los campesinos. Ordeñar una vaca al amanecer; preparar un desayuno típico con ingredientes recién recolectados, aprender sobre cultivos de café, cacao, maíz o papa, y compartir historias alrededor de una fogata.
Cundinamarca: ejemplo de Turismo Rural

Este departamento,por su diversidad de pisos térmicos, riqueza agrícola y cercanía a Bogotá, pasó a ser en un laboratorio natural para el desarrollo del turismo rural.
Municipios como Guasca, Choachí, La Vega, Silvania, Fusagasugá, Cachipay, Suesca y Tibacuy han encontrado en esta actividad una manera de dinamizar sus economías locales. Desde luego, hay muchas más poblaciones con esa mirada. A la vez, con ello, se dieron a la tarea de conservar su patrimonio cultural y generar sentido de pertenencia.
Uno de los casos más emblemáticos es el del corregimiento de San Miguel, en el municipio de Sibaté. Allí, la Asociación de Mujeres Campesinas consolidaron un circuito de turismo agroecológico con ruta especial. Incluye visitas a huertas orgánicas, talleres de cocina tradicional, caminatas por senderos de biodiversidad y jornadas de intercambio cultural. Gracias a esta iniciativa, las familias del sector han mejorado sus ingresos y, sobre todo, han fortalecido su autoestima y su identidad campesina.
“Cuando llega un grupo de visitantes y se sientan a comer la sopa que preparamos con nuestras manos, con lo que sembramos aquí mismo, sentimos que nuestra vida tiene valor. Ellos se sorprenden de la tranquilidad, del sabor, de lo que les contamos, y eso nos llena de orgullo”, cuenta doña Mercedes, una de las lideres de ese proyecto.
En la región del Sumapaz, otro de los enclaves rurales más significativos, el turismo rural también ha tomado fuerza. Allí se ha desarrollado una oferta turística con enfoque en la conservación del páramo, visitas a reservas naturales, y experiencias con comunidades que relatan la historia de resilencia y reconciliación del territorio.
Características del Turismo Rural
La importancia y valor de esta iniciativa se centra en varios aspectos de particulares aspectos:
1-Contacto directo con la comunidad local: permite conocer de primera mano las costumbres, las prácticas agrícolas, los oficios tradicionales y las historias que habitan en los territorios.
2-Gastronomía auténtica: no hay carta ni menú industrializado. Lo que se come es lo que se cultiva y se cosecha. Sancochos en fogón de leña, arepas de maíz pelao, guarapo, postres caseros y tazas de café cultivado y tostado en la misma finca.
3-Entorno natural privilegiado: muchas de estas experiencias tienen lugar en paisajes montañosos, reservas naturales, ríos limpios y senderos ecológicos que invitan al descanso activo y al respeto por el entorno.
4-Sostenibilidad económica y ambiental: al apoyar directamente a los productores rurales, se incentiva el arraigo y se frena el éxodo hacia las ciudades. Además, se promueven prácticas responsables con el medio ambiente.
5-Diversidad cultural y espiritual: el visitante puede encontrarse con comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas que enriquecen la vivencia con sus rituales, saberes y cosmovisiones.
Recomendaciones para fortalecer el Turismo Rural
A pesar de su crecimiento y potencial, ésta modalidad productiva aún enfrenta varios retos. Para consolidarlo como una opción sólida y competitiva, es necesario:
-Capacitación continua a las comunidades: en temas de atención al cliente, mercadeo, protocolos de bioseguridad, primeros auxilios, manejo de redes sociales y fortalecimiento organizativo.
-Inversión en infraestructura básica: caminos adecuados, señalización, acceso a internet, servicios sanitarios y alojamientos dignos.
-Articulación público-privada: es clave que los gobiernos locales y departamentales faciliten el acceso a créditos, impulsen ferias y ruedas de negocios, y reconozcan estas experiencias como parte del portafolio turístico regional.
-Promoción efectiva y segmentada: muchos viajeros desconocen que estas alternativas existen. Es necesario posicionarlas en plataformas digitales, redes sociales, agencias y en las estrategias nacionales de promoción de este tipo de excursiones.
-Respeto por la cultura local: el Turismo Rural no debe alterar ni imponer prácticas ajenas al territorio. El visitante debe ir con disposición de aprender, valorar y convivir, no de exigir comodidades urbanas fuera de contexto.
Experiencias exitosas a nivel nacional
Hay numerosas. En el Quindío, por ejemplo, el proyecto “Recorrido por la vida del caficultor” ha sido exaltado por mostrar de manera didáctica y vivencial el proceso completo del café. Observa, desde la siembra hasta la taza, involucrando a familias que antes vivían solo del cultivo.
En el Cauca, la comunidad indígena Misak ha desarrollado un programa de turismo etnocultural que incluye talleres de lengua ancestral, caminatas espirituales y espacios de diálogo intercultural.
Otro ejemplo existe en Boyacá. Las rutas agro-turísticas por los viñedos de Villa de Leyva o las huertas de Nobsa ofrecen una mirada fresca al campo, combinando producción agrícola y atractivo paisajístico.
Todo ello demuestra el auge de esta modalidad de servicio a los visitantes; el campo colombiano no solo produce alimentos, sino también memorias, aprendizajes y encuentros. En un país con tanta diversidad biológica y cultural, este renglón aparece como una apuesta estratégica por el desarrollo sostenible, el bienestar colectivo y la paz territorial.
Frente a un mundo cada vez más acelerado y estandarizado, el Turismo Rural ofrece algo esencial: la posibilidad de reconectar con lo simple, lo humano y lo verdadero. Y en ese proceso, quienes más ganan son los campesinos al ver reconocida su labor como parte del patrimonio intangible del país.
Por eso, desde propuestas como las que muestra Servicios del Turismo EU, se sigue apostando por visibilizar y dignificar al campesino colombiano, no solo como proveedor de servicios, sino como anfitrión, narrador y constructor de país.
“En cada plato, en cada historia, en cada sendero que recorremos junto a ellos, se nos revela esa Colombia que vale la pena conocer y proteger”, concluyen especialistas en esta clase de actividades.