En un país donde más del 70 % de las personas con discapacidad visual no accede a servicios especializados para su inclusión educativa y social, los tiflólogos emergen como figuras fundamentales para transformar esta realidad. Son profesionales que enseñan a leer y escribir en Braille, movilizarse con bastón blanco, utilizar tecnologías accesibles y desarrollar habilidades de autonomía personal.
En Colombia, la formación de estos profesionales ha sido liderada por el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (CRAC), una institución que durante más de cinco años ha capacitado a terapeutas ocupacionales, educadores especiales, fisioterapeutas y fonoaudiólogos a través del programa “Tiflología para la Inclusión”, ofrecido desde su Unidad de Educación para el Trabajo y el Desarrollo Humano (ETDH).

A la fecha, el CRAC ha graduado siete cohortes de tiflólogos que ya se encuentran en distintos territorios del país transformando realidades. Estos profesionales no solo acompañan procesos individuales de rehabilitación, sino que fortalecen las capacidades técnicas de instituciones locales, impulsan la inclusión en las aulas regulares, facilitan el acceso al trabajo y promueven la participación comunitaria de las personas con discapacidad visual.
“Formar más profesionales en tiflología es una prioridad nacional. Sin tiflólogos, miles de personas ciegas o con baja visión quedan por fuera del sistema educativo, del empleo y de la vida comunitaria. Para el CRAC, fortalecer esta formación es parte de nuestra misión institucional; para el país, es una inversión urgente en inclusión, equidad y justicia social”, aseguró Gladys Lopera Restrepo, directora general del CRAC.
Educación inclusiva tiflólogos un reto aún pendiente

Aunque en Colombia existe el Decreto 1421 de 2017, que regula la educación inclusiva para estudiantes con discapacidad, las cifras siguen siendo preocupantes: menos del 30 % de niños, niñas y jóvenes con discapacidad visual acceden efectivamente a la educación básica con los apoyos que requieren. En zonas rurales o apartadas, la situación es aún más crítica, pues es donde se concentra gran parte de esta población y donde no hay presencia de tiflólogos ni servicios públicos de rehabilitación visual.
El CRAC, con su estrategia institucional “Nadie sin Rehabilitar”, ha logrado llevar procesos de inclusión a 16 departamentos del país en lo corrido de 2025, y tan solo en 2024 atendió a más de 5.000 personas con discapacidad visual en procesos de rehabilitación, gracias al despliegue de estos profesionales.
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Ser tiflólogo no se limita al dominio de técnicas pedagógicas o de movilidad, es una vocación de transformación. Los estudios demuestran que las personas que aprenden Braille desde la infancia tienen el doble de posibilidades de vincularse laboralmente en la adultez. Pero más allá de las cifras, el impacto es humano: autoestima, autonomía, dignidad.
De ahí que desde distintos sectores se insista en la necesidad de institucionalizar esta figura profesional, fortalecer su presencia en todos los niveles del sistema educativo y ampliar los programas de formación en tiflología a lo largo del país.

El llamado, tanto de las organizaciones sociales como del CRAC, es claro: sin tiflólogos, no hay inclusión efectiva. La formación de estos profesionales debe ser reconocida como una inversión en derechos humanos y equidad, especialmente en un país que busca cerrar brechas históricas en el acceso a la educación, la salud y la participación ciudadana.