Introducía alucinógenos para el consumo de los internos en penales municipales de Cundinamarca, Cesar, Tolima, Boyacá, Meta, Casanare y Bogotá. Veintitrés personas, entre ellas 14 mujeres que servían de “mulas”, y 7 hombres, conformaban la organización puesta tras las rejas luego de juicioso trabajo de inteligencia a lo largo de las últimos seis meses.
Con el caso, denominado operación “Atea”, dieron agentes especiales de la Seccional de Investigación Criminal del Departamento de Policía Cundinamarca, apoyados por la Fiscalía, cuando investigaban un caso de robo en el cual se encontraba involucrada una de las personas integrantes del criminal grupo.
Habían interceptado varios teléfonos y en esas escuchas fueron sorprendidos cuando, de casualidad, se tropezaron con llamadas que atrajeron la atención de los sabuesos. Hablaban de envíos de mercancía en lenguaje característico de quienes se encuentran involucrados en el mercado de alucinógenos.
Entonces decidieron seguir el rastro; poco a poco se fueron dando cuenta de que se trataba de una gigantesca operación que tenían como objetivo las cárceles del país.
Comenzaron a identificar personas, a desenmarañar la red y conocer la estructura de la organización; se dieron cuenta que uno de los jefes y pieza fundamental era alias “Sara”, cuya misión era la de reclutar a las mujeres correo encargadas de ingresar los alucinógenos a las prisiones.
Luego de repetidas jornadas de entrenamiento les autorizaban ingresar a la parte operativa; por ese trabajo recibían unos pocos pesos, monto nada significativo para el riesgo; debían “cargar” hasta una libra de marihuana, bazuco, cocaína u otras sustancias dentro de sus partes íntimas. Varias veces al día, en algunas ocasiones, cumplían el encargo de acuerdo a los pedidos. Debían viajar a diferentes ciudades del país.
Entre otras cosas los agentes especiales establecieron que cuatro de los hombres implicados portaban “brazaletes” del Inpec, lo que explica la facilidad con que manejaban el negocio; es decir con “mucho conocimiento y dominio”.
Una vez conocieron y establecieron todo en detalle y estaban seguros de contar con sólidas y suficientes pruebas, pasaron al siguiente nivel: la parte operativa.
Acordaron el apoyo de la Sección Femenina del Grupo de Operaciones Especiales de Cundinamarca (por lo de las mujeres a capturar), quienes, junto a otros efectivos, “realizaron 18 diligencias de registro y allanamiento en Ibagué, Duitama, Valledupar y Bogotá donde se dio con la captura de uno a uno todos los integrantes de esta banda delincuencial”.
En esas intervenciones conocieron que las mujeres portaban hasta tres cédulas con el propósito de ingresar varias veces al mismo centro carcelario, lo cual hacía más efectiva y productiva la operación.
“Los capturados fueron dejados a disposición de las autoridades competentes por los delitos de “Concierto para Delinquir, Hurto Calificado y Agravado, Lesiones Personales, Fabricación Tráfico y Porte de Sustancias Estupefacientes y Destinación ilícita de Muebles e Inmuebles”, explica una comunicación oficial de la Policía Cundinamarca encargada de la exitosa operación.
Aprovechó la institución para reportar que en lo corrido del año logró la captura de 4.180 personas por diferentes delitos, de las cuales 1.015 han sido por “tráfico, fabricación y/o porte de estupefacientes, 900 por hurto, y la incautación de más de 650 kilos de sustancias entre marihuana, cocaína, base de coca y bazuco”.
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