Sin lugar a equivocarnos: “el hombre público puede meter las patas pero no las manos”; aquí cambiamos el concepto de gobernabilidad enmarcada en el estado social de derecho por la catedra macabra del robo, el torcido, el chantaje y la extorsión.
Entonces: o los derrotamos de manera implacable y sin ninguna consideración o vuela en pedazos el principio de la dignidad del hombre.
A REBUSCAR LA SOPITA
Esta es una expresión que sale de labios de hombres y mujeres que sufren cuando sus hijos sueltan lágrimas por falta de un pedacito de pan en su aparato digestivo.
Cuando esta pandemia comenzó a propagarse por el mundo simultáneamente se habló de la aparición de una terrible hambruna en las naciones más golpeadas por la acción destructora de esta maldita plaga.
En Colombia, la declaratoria de dos emergencias económicas se convierte en un simple paliativo para calmarle el hambre a tantas personas que perdieron sus empleos y otras que obligadas llegaron a la informalidad.
La situación que estamos presenciando es asombrosa y no hay poder humano que pueda evitar la crisis derivada de esta emergencia.
“Nadie sabe con la sed que otro vive”, decía un pobrecito hombre descompuesto físicamente por el hambre, esta circunstancia ocurría antes de semejante castigo que estamos recibiendo por tanta perversidad a través de los tiempos.
“Morir de amor tiene cierto encanto y una agonía placentera, pero morir de hambre es la degradación más humillante que le pueda suceder a un hijo de este planeta”.
Estas citas tienen un significado tangible y no buscan crear pánico en medio de una situación que necesita soluciones urgentes para evitar que el hambre rompa esta tranquilidad relativa y la desesperación nos lleve a situaciones insospechadas
Los anuncios oficiales sobre subsidios a los desempleados y a los que afecta directamente esta emergencia, se cumplen a cuenta gotas y no tienen la rapidez que necesita la situación alimentaria, “Mi abuelito decía”:
El hambre nos acosa y no da espera, ese viejo llegaba a la casa a las seis de la tarde cansado, con azadón al hombro, machete amarrado al cinto, sudoroso pero no maloliente; era el esfuerzo de un hombre que luchaba por tener vigencia en esta vida, trabajaba de sol a sol, así lloviera y cayeran rayos y centellas, era un hombre poseído por la humildad y la pobreza que podía suplir las necesidades de su familia; ahora solo puede vivir del recuerdo.
Jorgito Celedón un buen día nos llenó de ilusiones con una voz melodiosa y encantadora: “Qué bonita es esta vida”; si, es un símbolo de los interpretes vallenatos, vivir la vida sin pandemias y sin hambre, no solamente es bien bonita sino amañadora.
Esta pandemia pulverizó todos los sistemas económicos, comerciales y sociales de este mundo, el encierro obligado acabó con las ventas en todos los niveles, se tiró la productividad y mando a la calle a millares de personas; esa vida que teníamos hace dos meses se acabó, ya no existe, ya no hay lujos ni fantasías; la francachela perdió su furor y las emociones de media noche y entonces solo queda el recuerdo de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
*Imagen tomada del portal Colombia INFORMA “Miserables, paren la robadera”
por: Omar Gamboa

Sin lugar a equivocarnos: “el hombre público puede meter las patas pero no las manos”; aquí cambiamos el concepto de gobernabilidad enmarcada en el estado social de derecho por la catedra macabra del robo, el torcido, el chantaje y la extorsión.
Entonces: o los derrotamos de manera implacable y sin ninguna consideración o vuela en pedazos el principio de la dignidad del hombre.
A REBUSCAR LA SOPITA
Esta es una expresión que sale de labios de hombres y mujeres que sufren cuando sus hijos sueltan lágrimas por falta de un pedacito de pan en su aparato digestivo.
Cuando esta pandemia comenzó a propagarse por el mundo simultáneamente se habló de la aparición de una terrible hambruna en las naciones más golpeadas por la acción destructora de esta maldita plaga.
En Colombia, la declaratoria de dos emergencias económicas se convierte en un simple paliativo para calmarle el hambre a tantas personas que perdieron sus empleos y otras que obligadas llegaron a la informalidad.
La situación que estamos presenciando es asombrosa y no hay poder humano que pueda evitar la crisis derivada de esta emergencia.
“Nadie sabe con la sed que otro vive”, decía un pobrecito hombre descompuesto físicamente por el hambre, esta circunstancia ocurría antes de semejante castigo que estamos recibiendo por tanta perversidad a través de los tiempos.
“Morir de amor tiene cierto encanto y una agonía placentera, pero morir de hambre es la degradación más humillante que le pueda suceder a un hijo de este planeta”.
Estas citas tienen un significado tangible y no buscan crear pánico en medio de una situación que necesita soluciones urgentes para evitar que el hambre rompa esta tranquilidad relativa y la desesperación nos lleve a situaciones insospechadas
Los anuncios oficiales sobre subsidios a los desempleados y a los que afecta directamente esta emergencia, se cumplen a cuenta gotas y no tienen la rapidez que necesita la situación alimentaria, “Mi abuelito decía”:
El hambre nos acosa y no da espera, ese viejo llegaba a la casa a las seis de la tarde cansado, con azadón al hombro, machete amarrado al cinto, sudoroso pero no maloliente; era el esfuerzo de un hombre que luchaba por tener vigencia en esta vida, trabajaba de sol a sol, así lloviera y cayeran rayos y centellas, era un hombre poseído por la humildad y la pobreza que podía suplir las necesidades de su familia; ahora solo puede vivir del recuerdo.
Jorgito Celedón un buen día nos llenó de ilusiones con una voz melodiosa y encantadora: “Qué bonita es esta vida”; si, es un símbolo de los interpretes vallenatos, vivir la vida sin pandemias y sin hambre, no solamente es bien bonita sino amañadora.
Esta pandemia pulverizó todos los sistemas económicos, comerciales y sociales de este mundo, el encierro obligado acabó con las ventas en todos los niveles, se tiró la productividad y mando a la calle a millares de personas; esa vida que teníamos hace dos meses se acabó, ya no existe, ya no hay lujos ni fantasías; la francachela perdió su furor y las emociones de media noche y entonces solo queda el recuerdo de que “todo tiempo pasado fue mejor”.
*Imagen tomada del portal Colombia INFORMA 





