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La carnada

por: Omar Gamboa

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Fríamente calculado. Ayer en la posesión de Duque, el Presidente del Congreso solo fue el mensajero de un mandado sucio. Matar al mensajero no arregla nada, ¿o sí?   Opinión Por: Octavio Quintero. Grupo GES Es difícil creer que el controvertido discurso del presidente del Congreso, Ernesto Macías, no haya sido consultado, al menos con dos personas claves en este gobierno recién iniciado en Colombia: El expresidente y senador, Álvaro Uribe, y el presidente entrante, Iván Duque, en este orden de relación. El solo relato clandestino que reveló Noticias UNO sobre la posterior reunión del Centro Democrático celebrando el discurso de Macías y mofándose de las caras de sorpresa que se captaron de algunos de los asistentes, es prueba reina de que todo estaba fríamente calculado, como decía el Chapulín Colorado, solo que lo nuestro no es comedia, se trata de algo muy en serio de la vida real que quedó servido como desayuno de este gobierno, que insinúa bien lo que va a ser el almuerzo. Ahora bien, es aceptable que el escenario de posesión del nuevo gobierno no era el más indicado para desflorar al gobierno saliente, pero lo que dijo Macías en su discurso, complementado con el aviso de página que se insertó en varios periódicos de circulación nacional, tampoco se puede negar que en buena parte es cierto. Punto a punto, las cifras están contrastadas con estadísticas de los propios organismos del Estado como el Dane, Planeación Nacional y Banco de la República; con informes de organismos internacionales como la ONU; con estudios de los gremios económicos y sindicales y de los centros de pensamiento y distintas ONG que operan en Colombia; y es, finalmente, lo que se puede encontrar en los editoriales, columnas, crónicas y noticias tratados por los medios a lo largo del gobierno Santos. El escándalo armado por Macías, aparte de lo inoportuno del momento, no puede traslapar la realidad de la vida nacional: la política (un país polarizado); la economía (récord en Latinoamérica de desigualdad); el desarrollo social (protestas a la carta por todas partes, especialmente en el sector salud) y, en fin, por algo la pobre imagen pública de Santos y, por algo también, la oposición de Petro, esa sí verdadera oposición al sistema, saltó a 8 millones de votos, pegándole un susto al establishment que no tuvo más que unir todas sus fuerzas en torno a Duque para no perder el control. No puede ser (pero será), que ahora que Santos culmina su gestión, cambiemos el discurso de su mal gobierno solo por llevarle la contraria a Duque, en cabeza de Uribe. El país no puede caer en la misma entelequia de los últimos ocho años, dizque de oposición de Uribe a Santos con solo cambiar la relación de Santos a Uribe. ¿Cuál oposición? ¿La llegada de Duque presagia cambios sociales en el modelo económico, en el sistema sanitario, en el educativo, laboral, tributario, agropecuario? No, no se equivoquen, ha caído el telón cerrando el capítulo Santos. Sigue el capítulo Duque, saltarán a escena nuevos comediantes, la función es la misma: ¡Arriba el telón! Digamos, finalmente, que ayer en la posesión de Duque, el presidente del Congreso solo fue el mensajero de un mandado sucio. Matar al mensajero no arregla nada, ¿o sí? *Encuentre y reciba más información de Cundinamarca uniéndose al fan page:  https://goo.gl/13uuPz *Espacio publicitario