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El que la hace, la cobra

por: Omar Gamboa

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Duque: un Presidente del 1% En este Bicentenario, digan todos conmigo: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”, con excepción de Colombia.     Opinión Por: Octavio Quintero Grupo GES El escritor español, Manuel Vicent (1936), asegura que el refrán, “el que la hace la paga”, es del legendario payador argentino, Atahualpa Yupanqui (1908 – 1992) … Un día, presenciando una discusión entre contertulios, Atahualpa rompió su tradicional mutismo y espetó a los belicosos diciéndoles: “El que la hace la paga”. Antioquia es muy proverbial y refranera. Prácticamente los abuelos del siglo XX educaron a sus hijos a punta de proverbios y refranes. De ahí sale el presidente Duque con el dicho: “El que la hace la paga”, convertido en plan de choque, al exigir a los 118 directores y comandantes de policía, mejores “resultados” sobre seguridad ciudadana (agosto 16/18). Pero, los antioqueños son, al mismo tiempo, ingeniosos: “le sacan capul a una calavera”. Eso les permite ironizar refranes convencionales: ahora dicen “El que la hace la cobra”. En la nueva versión paisa del refrán, encuadran tipos como el ministro de Hacienda y su escándalo sobre los “Bonos Carrasquilla” y el presidente de Fedegán, José Feliz Lafaurie, a quien le acaban de retornar el manejo del Fondo Ganadero (¡$100.000 millones anuales!) a pesar de los serios cuestionamientos sobre su administración de bolsillo. Por lo general, todos los presidentes cuando asumen el mandato popular se autoproclaman el Presidente de todos. Duque no dijo explícitamente esto, pero a lo largo de su discurso deja entrever que, a pesar de las diferencias con sus adversarios políticos a lo largo de la campaña electoral, su objetivo principal es unir a los colombianos; despolarizar al país. Pero, lo que ha mostrado al cabo de cinco meses es que le importa un bledo lo que opine la gente, lo dijo él mismo, obviamente, en otros términos, cuando advirtió que no gobierna para las encuestas porque no aspira a la reelección. Desde el nombramiento de Pacho Santos en Washington y Ordoñez en la OEA, envió la señal de que, al Presidente de los colombianos, no solo, no le importa la oposición a su Gobierno, y, vaya y venga, que nadie está obligado a gobernar con o para gracia de sus contradictores políticos, sino que, no le importa la población en general. La abstención de Colombia a suscribir la declaración de Derechos del Campesino, recientemente expedida por la ONU, y el revisionismo histórico que intenta en torno a la independencia, sirvan de ejemplos al canto, para no abundar en más. Dentro de ese ‘importaculismo’ presidencial caen los líderes sociales asesinados, 300 al asumir el Gobierno y, casi uno diario en lo corrido de este 2019, y “el rancho ardiendo”, al parecer. La exsenadora Piedad Córdoba ha sido muy gráfica en la comparación acerca de este cruento capítulo que puede calificarse ya de nuevo genocidio: “Piensen por un momento --trinó en su cuenta--, que cada semana matan a dos o tres empresarios, hasta Duque estaría en las calles (y así debe ser toda vida, debe ser defendida). Pero en 2019 van 6 líderes sociales asesinados y no importan”. Ni para qué advertir que el contrato suscrito con Lafaurie, porque hay que llamarlo por su nombre, es inconstitucional. Además de importarle un bledo al Gobierno violar la constitución, la guardiana de la Carta se ha convertido en una corte celestina, o cortesana, más bien. El adusto constitucionalista, José Gregorio Hernández, se declara abismado en su cuenta twitter, y dice: “Acerca de lo expresado por muchos – la Constitución del 91 se quedó escrita -, hoy debo reconocer que es verdad. No tenemos una Corte Constitucional confiable, seria, coherente, que defienda la Constitución. Es un órgano político que además no estudia”. La otra corte –agregamos--, la de Justicia, nombró de una terna de inhábiles un fiscal ad hoc y la Electoral, anda persiguiendo incisos legales a ver como salvaguarda al establecimiento de la Colombia Humana. Y así todo por parejo en el ejecutivo, el legislativo y el judicial, tan descaecidos que no merecen ni la mayúscula inicial. Las encuestas de opinión no le dan a Duque arriba del 30% de imagen pública. Quiere decir que el 70% de los colombianos mayores de 18, no aprueban su Gobierno, y no lo aprueban porque está gobernando de espaldas a ese pueblo. Puede que los expresidentes que le apoyaron anden muy contentos, sobre todo el “innombrable” porque, precisamente, los nombramientos más cuestionados son uribistas de raza; como también deben andar tranquilos los de la cuerda de Cambio Radical, aunque su jefe natural, Vargas Lleras, se dé escarceos de opositor como para el aplauso de la galería, y puede que el tibio ande frotándose las manos en este invierno, pensando que le llegó su turno de cobrar el voto en blanco con el que ayudó a nombrar a Duque. Inclusive Petro debe de estar contento del fracaso temprano de este Gobierno… A los que nos está yendo muy mal es al resto de los colombianos, es decir, a los que no estamos por dentro del 1%. Así es y así ha sido hace 200 años: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”, con excepción de Colombia. *Encuentre y reciba más información de Cundinamarca uniéndose al fan page:  https://goo.gl/13uuPz *Espacio publicitario