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Independencia de Colombia desde el Florero de Llorente

por: Luis Hurtado

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La historia oficial cuenta que el 20 de julio de 1810 un altercado entre criollos y funcionarios de la Corona española por el préstamo de un florero se tradujo en una revuelta popular que dio inicio al proceso de Independencia de Colombia, que concluyó  el 7 de agosto de 1819. Se trató del Florero de Llorente y la victoria militar sobre los realistas que ocurrió en los nueve años siguientes,  que además se convirtió desde entonces en el mito fundacional de una nación que, 210 años después, sigue buscando su real libertad y paz, en medio de  la pugna política y cultural sobre los pilares del Estado.

Florero de Llorente desató la Independencia de Colombia

Las investigaciones indican que el florero fue fabricado en La Real Fábrica del Buen Retiro, fundada en Madrid por Carlos III en 1759, que tuvo su origen en la fábrica de Capodimonti (cumbre del monte) ubicada en Nápoles, sur de Italia, de donde se trasladaron a la capital de la península ibérica, artistas y operarios, así como moldes y materiales. La marca que identifica la manufactura del Buen Retiro, usada ya por Capodimonti, es la flor de lis, inscrita en el reverso de las piezas en azul, negro o verde. Aunque en el florero no se ha encontrado la marca, sí se reconoce la flor de lis en los escudos de Carlos III, pero más como parte de la decoración del objeto y no tanto como su sello de fabricación. Existió el Florero de Llorente? – La Cebra que Habla Le recomendamos leer:  Julián Esteban Gómez será inhumado este martes en Zipaquirá, Cundinamarca Las encrucijadas de la Colombia republicana tienen su punto de partida en 1810 y aún parecen irresueltas. Un objeto –el histórico florero de Llorente- está en boca de cualquier ciudadano cuando nuestro espíritu conflictivo e inconforme busca la razón del debate, la causa de la disputa, el origen de la reyerta. Un símbolo del cual todos hablamos pero muy pocos conocemos. La herencia histórica en la que se ha centrado el inicio de nuestra vida republicana gravita en torno a ese objeto, o mejor, a lo que se supone fue la ruptura del mismo, sin que esto se haya comprobado con certeza, en unas circunstancias que todos los colombianos parecemos conocer a través de la tradición del grito de independencia enmarcado en la fecha del 20 de julio de 1810

Según el Museo de Independencia en Colombia

La independencia de la que se habla hoy de manera homogénea y con casi un único sentido, era un concepto que tenía múltiples facetas durante el siglo XVII y en los primeros años del siglo XIX. Unas veces era entendida como la libertad máxima, otras veces como la circunstancia en la que no se depende de nada, y en otros casos era asimilada al libertinaje, lo cual no tenía ningún tipo de connotación positiva. A sí mismo el término también estaba vinculado a una nueva representación, en la cual al no existir cabeza visible, pues el rey había sido depuesto por Napoleón en su invasión a España en 1808, se debían reasumir los derechos de soberanía, los cuales recaían en el pueblo. Yo sé que había un florero...” Si bien, la crisis fue evidente en la misma península, los efectos en los virreinatos tenían otros componentes en los cuales, en la estructura social del Nuevo Reino de Granada aparece en el estamento superior la figura del criollo o español americano. Como hijo directo del español peninsular y sin ninguna mezcla de raza, “el atributo para unos, o pecado para otros, era haber nacido en América: mancebo o manchado de la tierra”. Otras noticias : La CAR Cundinamarca: presupuesto y nueva realidad Este criollismo fomentó un espíritu de rebeldía contra el “mal gobierno” de las autoridades coloniales con ejemplos como  los levantamientos comuneros por efecto de los impuestos en 1791 o la revolución de los pasquines. Más tarde esa inconformidad estaría alimentada por la formación intelectual que gran parte de un grupo de jóvenes obtendría de los colegios de Bogotá, Tunja, Popayán y Cartagena quienes intervinieron en las primeras fases de la contienda ideológica y militar. Otro factor determinante y protagónico que contrastaba con los criollos ilustrados y descendientes españoles en estos años de inconformidad fue el mismo pueblo. Tal como lo menciona la historiadora Margarita Garrido, “el pueblo fue tenido en cuenta en un inicio, pero una vez comenzó a manifestarse con sus propias maneras, fue desautorizado, excluido y considerado ignorante.”   Al pueblo se le convoca, pero se ignora a la plebe.

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