Hemos conocido diferentes rostros del covid-19, a lo largo de la pandemia que inició en Colombia en marzo de 2020. Pero la tragedia familiar que representa el hecho de tener a un pariente en la Unidad de Cuidados Intensivos; es el tema difícil de amalgamar, al que a todos no les gusta enfrentar, pero son realidades que acompañan a este fenómeno sanitario, que, a casi un año, el país no ha podido librar. Las esperanzas crecen, al mismo ritmo que la desobediencia civil.
Noticias Día a Día cuenta la historia de María Carolina, quien junto a su padre diabetico de 60 años de edad, enfrentaron el diagnostico de coronavirus. Por fortuna ella no llegó a empeorar; caso muy diferente a su progenitor, que, al tercer día de conocer el resultado, ya estaba entubado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI); lugar que ella describió como “un paseo de la muerte”.
Aunque es la historia de María Carolina, pudiera ser la de Juana, Petra, Lucía; quizás la de Pablo; nombres que para las Autoridades de Salud y los que consumen información, se transforman en estadísticas que se reflejan entre el número de pacientes recuperados, activos o fallecidos, “allí estamos todos, en una lista cada día más gruesa”.
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El sexagenario ingresó a la Unidad de Cuidados Intensivos un martes, así lo recuerda la hija, descompensado y sin aliento, ella estaba en otra sala, aislada hasta que la refirieron a su casa bajo estricto confinamiento.
María Carolina narró que pasaron 5 días, donde la agonía familiar cada vez era más cruda. En casa ella presentando síntomas leves. En el Hospital su padre, cada día con menos fuerzas. En esos escenarios, el resto del grupo familiar compartía la incertidumbre y la interrogante ¿Qué pasará?
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¡Qué pasó!
Amaneció el sexto día y un grito desgarrador despertó a todos en la casa. Durante las 24 horas transcurridas, habían fallecido 12 personas, dentro de ellos el padre de aquella familia.
María Carolina debía seguir encerrada dentro de una habitación en su casa, no pudo ni darle el último adiós a su progenitor. Aunque no sufrió a groso modo por los síntomas del Covid-19 presente en su cuerpo, su alma sangraba el duelo de perder a su padre en aquel sitio que calificó como “el paseo de la muerte”.
Esta historia la cuenta a manera de reflexión, para que sirva como testimonio real a aquellas personas que aun insisten en “jugar” con el dolor que puede producir esta enfermedad en los hogares.
La muchacha dice que a la par del luto, salta a su cabeza a diario la interrogante ¿Dónde nos contagiamos?, quizás esa duda la acompañe durante toda su vida, pues la respuesta ha de estar en cualquier calle del país, generando más contagios, o quizás también se halla silenciado en la cama de cualquier UCI. 
