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La política de los miedos

por: Omar Gamboa

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Una Suiza, pero sin Uribe. Entre el Estado de opinión y la democracia directa hay un Uribe de por medio. Y esa es la cuestión. La polarización en Colombia no dejará discutir fríamente las cosas, como entre gente civilizada.   Opinión Por: Octavio Quintero Red GES Hace tan poco tiempo que la izquierda proponía una asamblea constituyente, rechazada por la derecha, que resulta sorprendente hoy que sea la derecha la que proponga lo que ayer rechazaba; y sea la izquierda que rechace lo mismo que ayer proponía. Esa izquierda que defendió ayer, hasta llevar a cabo su consulta anticorrupción con una votación superior a la que eligió Presidente, es la misma que censura hoy la busca de apoyos emprendida por la derecha para reformar la justicia y otras arandelas… hasta con los mismos argumentos: una y mil veces la aguerrida pareja de parlamentarias, Claudia López (entonces senadora) y Angélica Lozano (entonces representante), nos instaba a votar la consulta en vista de que los proyectos anticorrupción que proponían habían sido derrotados o archivados en el Congreso… Y, ¿qué es lo que ha hecho ese mismo Congreso con los varios intentos de reforma a la justicia? Pero, no se trata aquí de abogar por tirios o troyanos, porque caeríamos en la misma vaina. Se trata de lamentar, por así decirlo, que, “estos momentos de efervescencia y calor”, no propicien la discusión seria sobre algo que ni siquiera es nuevo en el mundo o novedoso en Colombia: la democracia directa, introducida en el país con la Constitución del ’91… que, entre otras cosas, el mismo Congreso, en su desarrollo, y la Corte Constitucional, en su aplicación, se han encargado de hacerla inocua. Abundan los ejemplos, pero tampoco es este el momento de emprender la retahíla. La diferencia entre el Estado de opinión y la democracia directa, es la misma que hay entre un dictador y un demócrata; la posibilidad de lo primero, no debiera ser excusa para dejar las cosas como están, que no están bien, a juzgar por las encuestas de opinión referidas al Congreso y al Presidente. En una democracia directa, con elecciones anticipadas, ya ese problema lo habríamos resuelto. No nos caería mal, antes de seguir el debate inspirado más en la pasión de una polarización ciega que en argumentos racionales, echar una ojeada al mundo de la ‘democracia directa’, su desarrollo e implementación en países que van a la vanguardia: Suiza, por ejemplo. Es increíble que cuando la lucha por rescatar el poder político detentado por “los mismos con las mismas”, camina de la mano de los ‘Indignados’, la polarización en Colombia nos niegue la oportunidad de avanzar en reformas que saltan a la vista como la revocatoria del mandato presidencial y del Congreso, o en la elección directa de las cabezas de los entes de control: Contraloría, Procuraduría, Fiscalía y Defensoría del Pueblo, convertidos por la misma corrupción en acápites del Ejecutivo. El mero hecho de darnos la oportunidad de cambiar sobre la marcha, obligaría a los políticos a corresponderse más con las necesidades del pueblo. La política de los miedos En Colombia parece entronizada la ‘política de los miedos’. Hay muchos tipos de miedo, como bien lo sabe la gente. En política se nos está cultivando una especie de miedo sicológico: ese miedo al Coco, a la Madre Monte o la Pata Sola que, de tanto amenazarnos con ellos, se nos aparecían en las sombras de nuestra ignorancia, como apareció el 'Castrochavismo' en las pasadas elecciones. El miedo que nos meten con Uribe desde la izquierda; y el miedo que nos meten con Petro desde la derecha, nos tiene paralizados como el avestruz. Ese miedo, como todos los miedos, no se resuelve sino prendiendo la luz. *Encuentre y reciba más información de Cundinamarca uniéndose al fan page:  https://goo.gl/13uuPz *Espacio publicitario