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Colombia: en modo poético

por: Omar Gamboa

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'Toda la naturaleza, con excepción de la naturaleza humana, es extraordinaria en Colombia':  Juan Manuel Roca   Red GES *Nota del Editor: El poeta, Juan Manuel Roca, dejó escapar por un momento al crítico político que lleva adentro. Y, a instancias del Observatorio Nacional de Colombia y su colega, Guillermo Linero Montes, consigna en este artículo su visión sobre ¿Qué es Colombia? La verdad es que hay una gran dificultad en definir algo tan indefinible, tan ambiguo y contradictorio como Colombia. Considero que, más allá de una convención geográfica, Colombia tiene a lo largo de toda su historia unos límites muy pedregosos y riesgosos; porque limitamos en una frontera con Catatonia, un país donde la gente vive muy aturdida, y limitamos en la otra frontera con Sonambulia, donde la gente se mueve como sonámbula; es decir, donde no hay una reflexión, sino que estamos dirigidos por una especie de hipnosis colectiva. No nos conocemos realmente, y por eso uno puede mirar desde una orilla, o desde la otra, hacia una tercera orilla para decir qué es Colombia. Porque Colombia es la contradicción de las contradicciones, es el espacio donde en una esquina de cualquier ciudad puedes encontrar el beso o la puñalada. Si uno quiere ver a Colombia desde la orilla negra del pesimismo, que es la orilla que más nos ronda por la situación en la que hemos vivido a lo largo de toda la historia (una situación de violencia, de desplazamientos, de persecuciones y de inequidad debida a una clase política inepta, bárbara y sanguinaria como la que hemos tenido) entonces veremos que estamos atravesados por un río que de alguna manera se llama el río de las tumbas. Me refiero al antiguo río Yuma o Magdalena, porque dejó de ser una vía de comunicación para hacerse sencillamente una gran tumba líquida donde naufragan todas nuestras esperanzas. Si lo vemos desde la otra orilla, desde el festejo, desde la gente que se resiste, desde el baile o desde la creatividad -que es la que más nos reúne a nosotros como gente que intenta hacer arte y cultura en medio de la zozobra- encontraremos a un país absolutamente contradictorio; a un país martirizado, pero también heroico. La tercera orilla del río, como dice Guimaraes Rosa en su bello cuento La Tercera Orilla del Río, está dada fundamentalmente por quienes reflexionamos sobre esta historia nefasta y nefanda, y por quienes intentamos darle la vuelta a esos sucesos para crear o para recrear lo que pensamos que debería ser este país: el país que resiste, el país que sueña y el país que nos gozamos en toda partes. En este momento, en que hacemos esta entrevista, Guillermo, aquí en San Andrés Islas y con destino a Providencia (sitios que más allá de los paraísos fiscales y de los paraísos fecales en los que naufraga nuestro país han sido míticos y han tenido el rótulo permanente de paraísos) los índices de violencia han llegado a un extremo inusitado para los continentales. El índice de deserción escolar y el desempleo de los raizales vienen creciendo de una manera desproporcionada y casi no hay familia isleña de San Andrés o de Providencia, que no tenga uno o dos parientes desaparecidos o con problemas judiciales, por razones de desempleo y por la larga tradición de piratazgos. Desde que el pirata francés Louis-Michel Aury (París 1788, San Andrés, 1828) estuvo al lado de Bolívar, ha sido precisamente esa vocación de piratería por la que muchos de los jóvenes de estas islas se han visto abocados a lo único que han podido hacer, al tráfico de drogas. Las cárceles del Golfo de México, en muchos sitios donde son retenidos estos isleños, son terribles y son muchos los que no regresan. Digo esto para señalar otra vez y corroborar la contradicción de un sombrío y maravilloso paraíso en el que vivimos; porque realmente Colombia tiene una naturaleza espléndida. Toda la naturaleza, con excepción de la naturaleza humana, es extraordinaria en este país. Yo a veces amanezco optimista, no sé si con un pie en el piso u otro, porque también he conocido, a lo largo de esta historia común, gente espléndida, gente que ha ido al sacrificio no con una idea de martirologio, ni con una idea mesiánica como la que practica la más nefanda derecha de este país, y eso me hace pensar que de todas maneras este es un país que resiste. Aunque no quiero ponerle una lupa o un megáfono a esa idea del país que resiste, porque me chocaría mucho hacer populismo; pero pienso que la gente que he conocido en este país, la gente que se la ha jugado por él en la política y en  las artes, que es lo que más conozco o presumo conocer, me hace pensar que este es un país del cual se pueden augurar muchas cosas, siempre y cuando ese país de Catatonia y ese país de Sonambulia, despierten de la hipnosis colectiva que producen los políticos y los corruptores de turno, y cuando el aparataje económico no esté en las manos de quienes está. Tenemos un dueño en este país. Todos sabemos que tenemos un dueño que se llama Luis Carlos Sarmiento Angulo; que tenemos un gerente de eso, que se llama Álvaro Uribe Vélez; que tenemos unos ministros de bolsillo, que hacen exactamente lo que les dicten, y sabemos que no hemos tenido tampoco un solo presidente de la República que no haya estado de rodillas. Ahora, hay algo muy pintoresco todavía: que pueda haber payasos siniestros, esos que de rodillas están pidiendo con un megáfono libertades y respeto humano, como si se pudiera ser el líder y a la vez estar de rodillas. Esa es nuestra clase política, la de los simuladores, la de los tartufos. De modo que este es un país en el cual uno tiene necesariamente que alinderarse; pero a uno le dicen que hacerlo es polarizar. Yo siempre pienso en un hombre al que asaltan en un callejón oscuro, le están ahorcando, alguien lo está ahorcando, y a duras penas logra medio quitarse las manos del ahorcador para gritar auxilio, y cuando grita auxilio el otro le dice: “No polarice, no polarice” y lo sigue ahorcando.