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Peor, sí se puede

por: Omar Gamboa

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El grupo etario entre 14 y 28 años, y las mujeres de todas las edades, dibujan una Colombia de horror a la vuelta de la esquina   Opinión Por: Octavio Quintero El Satélite social Envía: REDGES El terrible desempleo en la Colombia-joven (14 – 28 años), como resultado de una generación perdida entre las políticas sociales vigentes, la pandemia sobreviniente y la violencia como acción del Estado y reacción de la sociedad, arrastra el país a un futuro peor que el presente. La explosión social que llena las páginas y las pantallas de los medios de comunicación, físicos y virtuales del mundo, muestra la natural lucha de la juventud por un futuro con mayor igualdad social. Así ha sido siempre, pero hoy, aparte de la mediática online,  tiene el incentivo de una juventud más ilustrada y por tanto más frustrada. Puede que a los neoliberales no les guste ni poquito la intervención del Estado, pero ya es claro que el libre mercado es incapaz de enfrentar tiempos difíciles porque está diseñado, precisamente, para sacar ventaja de los tiempos fáciles. Insistir en un modelo de desarrollo que llena los bolsillos del 1% y vacía el estómago del resto, es una locura que no resiste más ensayos. La sociedad requiere de un modelo que pueda garantizar los derechos sociales de todos los ciudadanos, prescrito en la constitución colombiana. No necesita más que vaciarla del papel a la práctica. En otros términos, se requiere de un Gobierno con voluntad política de cumplir y hacer cumplir la constitución en bien del interés general y por encima de los intereses particulares. Cómo será la situación que el propio DANE, especializado en matizarla entre falacias y tecnicismos, está entregando cifras desgarradoras: 23,4% de los hogares (unos 28 millones de personas) han reducido su dieta alimenticia a una o dos comidas diarias. Esto se llama hambre pura y dura. ¿Culpa de la pandemia? Pues, vea que no. La explosión social del 21N fue el colofón de un desencanto temprano del gobierno elegido año y medio atrás. La pandemia de coronavirus, declarada oficialmente tres meses más adelante, en el caso colombiano, no solo servía al gobierno para amainar las protestas sociales, sino que le brindaba la oportunidad de volcar hacia los más vulnerables (empresas y personas) billonarios recursos de salvaguardia. Se tiene evidencia de que el Gobierno no salió a defender a las microempresas que generan el 80% del empleo nacional, sino a las más grandes y a la banca. Los hechos son tozudos y avalan, sin más ni más, el irresponsable manejo de la emergencia sanitaria, económica y ambiental, dictada y extendida por Duque con sentido de economía elitista y político. Eso de… “todo pasa y nada queda”, es solo un cántico, muy bonito por cierto. Este triste gobierno Duque le está dejando al país un cementerio de empresas y un ejército de desempleados, sobre todo entre gente joven que al llegar a la madurez aguzarán la pobreza, la desigualdad, la violencia de Estado y la reacción de la gente; deja, además, hecho trizas el acuerdo de paz y, lo más grave, difícil de recomponer por la frustración y desconfianza de las víctimas, los victimarios y la población en general. El inventario es largo, como largo el camino hacia el fin de su mandato porque en dos años que le faltan, los daños sociales, económicos, políticos y ambientales, van a costar sangre, sudor y lágrimas, literalmente.